El buen desempeño de la movilidad urbana, además de relacionarse con mejoras en la productividad de los hogares y las empresas, se relaciona con menores niveles de segregación socioeconómica, mejores condiciones medio ambientales y una mayor calidad de vida de las personas. Se debe tener en cuenta que el estado de la movilidad no es homogéneo en las ciudades, por lo que los beneficios no se distribuyen de manera equitativa; la consecuencia de esta heterogeneidad es la segregación y menores posibilidades de acceso a oportunidades y empleos (Bocarejo y Oviedo, 2010). Las inequidades tienden a perpetuarse cuando una parte de la población que tiene dificultades de acceso al transporte público no hace parte de la clase media que privilegia el transporte privado y motorizado.